A la hora de analizar cómo se desarrollará la economía local este año, no podemos obviar el relevante hecho de que la economía más importante del mundo (una cuarta parte del PBI mundial) tiene desde hace unos días al mando a uno de los presidentes más controvertidos y que más incertidumbre generó sobre su plan de gobierno en la historia.
Debe ser uno de los pocos presidentes del cual el establishment espera que no cumpla a rajatabla sus promesas de campaña.
Trump asumió con uno de los niveles de aprobación más bajos de los últimos años, apenas 40% frente, por ejemplo, al 84% con el que asumió Obama.
No obstante, el mercado le ha dado una bienvenida a toda orquesta. Lejos de provocar temor -lo que hubiera generado refugio en bonos del tesoro americano y en el oro- produjo todo lo contrario. Si el ciudadano americano se la cree, no sabemos si luego habrá algo de bueno, pero mientras se la crea la cosa mejora, por lo menos para ellos. Se fortaleció el dólar frente al resto de las monedas mundiales (tres por ciento promedio) y llegaron nuevos récords en los principales índices bursátiles americanos que llevan ya subas del seis por ciento desde su triunfo.
El mercado ha incorporado todas las expectativas favorables de Trump, compró que Trump va a ser agresivo en su proteccionismo, una especie de “Compre Americano”, impulsando además un gran plan de infraestructura y, por lo tanto, un mayor y mejor empleo y mayor crecimiento.
Ahora bien, el status de la economía que hereda de Obama es muy bueno.
La economía americana está creciendo a más de dos por ciento, en pleno empleo y con tasas bajas, entonces: ¿para qué arreglar lo que no está roto? Todo depende de Trump, casi que haciendo la plancha y sólo con el entusiasmo que generó entre los principales actores económicos de Estados Unidos, podría salir airoso y tener una presidencia exitosa y quizás exitosísima.
Pero Trump es Trump y no llegó para dejar que todo siga fluyendo; por lo tanto, es aquí donde habrá que estar muy atento y con los ojos bien puestos en las reacciones del mercado a las medidas que si se temen de Trump. Entre ellas, la más relevante es como encarará su política comercial con el mundo, en especial con China, donde ahí si se temen consecuencias si se desatara una especie de guerra comercial con la segunda economía del mundo o si cerrara demasiado su economía vía impuesto a las importaciones. Esto traería un mayor fortalecimiento del dólar frente al resto de las monedas mundiales, aumento de tasas de interés, eventual caída de los precios de las commodities y reversión de flujo de capitales hacia países emergentes con un eventual impacto importante en la economía local. Ya no estamos desconectados del mundo y si Estados Unidos estornuda está claro que aquí por lo menos nos agarra una pulmonía.
Un pequeño síntoma de lo que podría ocurrir ya se vio en estos meses, ya que desde el triunfo de Trump hubo un importante salto en las tasas de interés de la economía estadounidense llevando la tasa a 10 años de los bonos del Tesoro desde el 1,8% previo al 2,5% reciente.
Este efecto no es menor sólo para Estados Unidos, sino también para los países en desarrollo como el nuestro que vieron encarecer alrededor del uno por ciento el costo de financiamiento de sus economías.
¿Y por casa cómo andamos?
En un time to market para aplaudir, un día antes de la asunción de Trump nuestro flamante ministro de Finanzas colocó deuda en el mercado internacional por siete mil millones de dólares a un costo de 6,3% promedio, habiendo recibido ofertas por más de tres veces ese monto.
Este hecho relevante en un escenario de cierta incertidumbre por lo mencionado anteriormente es una muy buena señal para el panorama de la deuda local. Argentina es hoy aún apetecible para los mercados externos.
Finalmente, podríamos concluir que ante esta variable exógena llamada Trump, la cual no podemos controlar, lo único que podemos hacer es prender una vela y rezar para que Donald no haga aquellas travesuras que podrían complicarnos. Si no las hace, la gran mayoría de los economistas auguran un año de crecimiento del orden de 3,5%, empleo estable, salarios recuperándose, un dólar tranquilo en un año de elecciones (devaluación 5% menor a la Inflación), tasas locales de intereses que seguirán a la baja (Lebacs 18%), y una inflación también a la baja (21%).
Trump, te lo pedimos, no nos arruines un feliz 2017.